Salida de montaña a Vallecitos: dos cumbres en un día

Crónica de Juan Segundo Balbín

El jueves 31 de octubre por la mañana, después de coordinar la logística y conseguir el equipo -y haber seguido muy de cerca el pronóstico que nos auguraba mucha nieve acumulada-, emprendimos el viaje hacia Vallecitos, provincia de Mendoza.

Cinco socios de CUBA participábamos en la salida: Sebastián Borzone, Ignacio Nicholson, Santiago Traynor, Marcos Rodriguez Egaña y yo, Juan Segudo Balbín. Todos habíamos aprobado previamente una prueba física organizada por la capitanía del Andinismo. Éramos un grupo bastante heterogéneo, con algunos ya experimentados en la montaña y otros arrancando y con ganas de meterse en este mundo. Cuatro viajaron en auto y yo me sumé directamente en Mendoza. ¿El objetivo de máxima? Coronar los cerros Stepanek (4.180 msnm) y Adolfo Calle (4.250 msnm). El viaje fue bastante rápido y nos permitió llegar directamente al Refugio Maussy, donde Vanessa nos recibió con mucha calidez y espíritu de montaña. Esa noche aprovechamos el abrigo del refugio y compartimos anécdotas con otros montañistas que también estaban parando ahí.

El viernes temprano nos encontramos con Mauro, nuestro guía, quien con calma y profesionalismo nos guiaría en la salida. El día empezó con una subida tranquila hacia el campamento Veguitas Superior, a 3.400 msnm. La caminata fue lenta y pausada por la carga de todo el equipo que veníamos trayendo. Ya en Veguitas armamos el campamento y aprovechamos para descansar, aclimatarnos, disfrutar de los paisajes, y desconectar para conectar con el entorno y con la montaña. Al caer la tarde, con una buena cena de lentejas de por medio, nos fuimos a descansar temprano, sabiendo que el sábado sería el gran día.

La alarma sonó a las 5 am. Todavía en la oscuridad y el frío matinal, nos preparamos para arrancar el ascenso. Mauro sugirió optar por una ruta más conservadora, así que nos dirigimos al cerro Stephanek y, si todo iba bien, intentaríamos también el Adolfo Calle. El ritmo era pausado, un "paso de cliente", como decía Mauro con humor. A medida que el sol avanzaba, también lo hacía la temperatura, y el paisaje se iba transformando con la altura, apareciendo la nieve cada vez más seguido.

Tras unas tres horas de subida, llegamos a un descanso conocido como "la canchita", donde los caminos se bifurcaban para cada cumbre. Aprovechamos para descansar y reponer energías ahí. Retomamos la marcha para la cumbre del Stephanek, aprovechando que al ser temprano la nieve todavía estaba firme bajo nuestros pies. Unos 30 o 40 minutos después, llegamos a la cumbre. La satisfacción del logro apareció mientras admirábamos el paisaje, disfrutando el momento y pensando en el siguiente objetivo.

Bajando del Stephanek, volvimos a pasar por la canchita y encaramos para el Adolfo Calle. Esta subida resultó más desafiante: la pendiente era más empinada, el trayecto era más largo y el cansancio empezaba a hacerse sentir. Aún así, llegamos a la cumbre, donde fuimos recompensados con una vista completa del Cordón del Plata. Entre algunos chistes y fotos empezamos a imaginar y proyectar nuevas aventuras entre todos los cerros que veíamos (siempre preguntando por el Franke), ya soñando con futuras salidas.

Bajando del Adolfo Calle aprovechamos para almorzar y disfrutar de los quesos y salames que tanto dudamos en subir. Con un merecido descanso encaramos la bajada que fue todo un desafío en sí misma. Las piernas ya pesadas y el terreno suelto de los acarreos hicieron de esta última etapa una gran prueba de resistencia. Unas horas después llegamos al campamento donde habíamos dejado nuestras cosas y, luego de un merecido descanso, desmontamos las carpas para iniciar la bajada final hacia el refugio. Los últimos tramos fueron de pocas palabras; el cansancio se dejaba ver en nuestros pasos, pero la satisfacción era enorme.

Llegamos al refugio Maussy alrededor de las cinco de la tarde, agotados pero felices. Mauro se despidió con unas lindas palabras, y nosotros le agradecimos su apoyo y buena onda durante toda la salida. Esa noche, Vanessa nos deleitó con unas pizzas caseras espectaculares, y, entre risas y cabeceos de cansancio, nos fuimos a dormir.

El domingo, con el cuerpo cansado pero el corazón lleno, partimos de regreso a Buenos Aires.

 

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